Neko

lunes, julio 04, 2005

Cruz pintada

El recorrido fue sencillo hasta Jojutla, pues casi todo son bajadas, y allí habíamos quedado de vernos con el Diablo, pero desapareció, así que después de buscarlo y esperarlo un ratote, seguimos adelante. Toda esa zona es casi plana, disfutamos de los cañaverales y la uniformidad del horizonte, adornada muy a lo lejos con los laureles unas montañas que parecían azules por la distancia. Conforme íbamos cruzando el valle, nos íbamos acercando, y no con poca energía llegamos a la primera de ellas, después de bajar a un gran valle y atravezarlo velozmente. La pendiente fue atroz, pero se podía pedalear, y después de varias decenas de minutos terminamos la subida. Como buen optimista iba pensando: "después de cada subida hay una bajada", así que el descender fue aún mas gratificante pues pude descansar y tomar agua sin dejar de avanzar. Nuevamente después de que la bajada terminó, llegamos al pie de otro cerro y comenzamos a subirlo, esta ocasión, la pendiente era mucho menos acusada pero demasiado larga, si no me equivoco, 8km. Así que allí nos tienes, casi 20 individuos biciaficionados en los confines de la civilización, bajo un tremendo sol y la mayor parte de nosotros, agradeciendo que no se nos poncharan las llantas. En fin, en una sección de esta subida, se pone casi tan intensa como la de real de 14 por unos cientos de metros, y en ese tramo me bajé a caminar. Con mas maña que conocimiento de causa, iba vigilando mi pulso y si llegaba a cierto nivel, me sentía mal o me daban náuseas, me bajaba a recuperar el aliento. Curiosamente hubo algunas ocasiones en que contrario a lo que suele suceder, mi consumo de oxígeno era menor al que aparentemente necesitaba, y se me entumía la cara, pero eso es fácilmente solucionable, y no llegó a mayores. En fin, terminamos llegando a la caseta de policía que marca la desviación hacia donde nos dirigíamos, y se inició el tercer ascenso. En esta ocasión, con el paisaje exhuberante y el silencio de los parajes silvestres sólo roto por mi respiración y el crujido de las llantas(me habían dejado atras), enfrenté el tercero y, según Miguel, mas difícil de los retos del recorrido. Curiosamente me había costado mucho mas trabajo el anterior, probablemente por lo intenso, el caso es que alcancé y rebasé a varios que ya habían quemado sus energías y nuevamente en cosa de unos 40 minutos terminó la subida. No he de negarlo, ya iba bastante adolorido, pero parece que me conduje estratégicamente pues todavía tenía energía a pesar de ser el que menos condición llevaba. Nuevamente disfrutamos de una hermosa bajada, llena de inclinadas curvas, y con la selva baja caducifolia a nuestro alrededor, el canto de las aves exóticas y el bufido del aire llegamos a la "parada" del camión, en donde nos desviamos por última vez. En este lugar, la vegetación es realmente abundante, y con las recientes lluvias la cantidad de verde realmente abruma. Allí, en medio de la nada esperamos a nuestros compañeros que no tardaron mucho en llegar. La última bajada realmente era intensa y casi me acabé mis frenos. Al bajar de mi bicicleta noté que en lugar de tener el rin plateados, estaba ennegrecido, y al tocarlo me quemé, pues el hule de los frenos se había embarrado allí y se me quedó pegado en el dedo. No fue ni mucho ni muy doloroso, pero me asombró consumirlos en tan corto tiempo. Finalmente, iniciamos el último ascenso, y después de unos pocos cientos de metros de camino pavimentado (obras públicas de mala calidad) nos enfrentamos al deterioro y abandono de un proyecto que necesitaba pocos recursos para sobrevivir y aún así lo dejaron morir. El camino aún conservaba algunos trozos de pavimento, pequeñas islas en medio del mar de piedras y grava, y aunque la pendiente no era muy intensa, la grava nos frenaba y las piedras nos desviaban. A lo largo de esta sección, 3 camionetas pasaron y nos dieron ánimo, pues según ellos ya casi llegábamos, y efectivamente, a lo lejos se escuchaba el sonido del agua, lo que nos motivó para seguir pedaleando. En esta subida sólo me bajé tres veces y me intenté mantener bien hidratado, pues después de la mala experiencia de unos kilómetros atrás no quería repetirla (cistitis por deshidratación). Finalmente, llegamos a la cumbre de la montaña, pero no estaban nuestros compañeros esperándonos, pues no pudieron contenerse a disfrutar de la bajada. No pudimos experimentar el potencial completo de la bajada debido al estado en que se encontraba, en cambio disfrutamos de lo que suele conocerse como Downhill, pues había que esquivar piedras, sortear charcos y evitar zanjas, además de cuidarse de las curvas con grava. Al frenar en casi todas las ocasiones amarraba la llanta, así que fue también una experiencia intensa y emocionante, y finalmente llegamos a las instalaciones de la presa en donde acampamos debido a las prometedoras nubes. El encargado del lugar nos dió la bienvenida y después de unas cervezas y una buena bañada nos dispusimos a cenar, y cada quien sacó lo que traía o lo que había comprado en Jojutla y lo puso en la mesa a disposición de todos. Había frijoles, arroz, calamar en su tinta, atún, mermelada, aladino, carne enchilada, cecina, teleras, galletas, café, tortillas y todos compartimos muy felizmente alimentos pues curiosamente estábamos con una actitud comunista. Yo no pude dormir, tenía el pulso muy elevado y la respiración muy agitada, hacia las 5 de la mañana me resigné y no lo seguí intentando y hacia las 7 de la mañana salí de mi tienda. Este nuevo y fresco día desayunamos el atún que nadie quiso abrir, y que yo preparé: 7 latas de atún, 1 de verduras y todo el bote de mayonesa. El vato plomero (el que en SLP andaba plomeando a todos) sacó unas galletitas saladas y todos alcanzamos también una última ración de taco de cecina, y además, con la leche, Rubén preparó un chocolate que a todos nos supo a gloria. La presa amaneció bellísima. La bruma matinal no alcanzó a ocultar el hermoso paisaje que teníamos ante nosotros e incluso le añadió un toque místico y mágico con el que todos quedamos embrujados unos minutos. Después de levantar el campamento y ordenar las mochilas, salimos cerca de las once y nos enfentamos nuevamente a 3 de las 4 montañas del día anterior, sólo que en esta ocasión nos fuimos por Quilamula en una carretera recién pavimentada y con un excelente balance entre subidas y bajadas. En el camino los paisajes no dejaron de ser hermosos al cambiar. Encontramos dos amates enormes e impresionantes y con ése recuerdo llegamos a Valle de Vázquez, donde nos aglutinamos y llenamos nuestras botellas para nuevamente enfrentar el calor. Curiosamente, después de la tatemada de San Luis, a mí me dió una reacción en la piel donde no me cubría la lycra, pues aparentemente había pasado de una vil asoleada a una respetable quemadura de primer grado, pero no me molestaba demasiado, sólo tenía comezón e hinchado. De allí salimos hacia Jojutla, lugar al que llegamos demasiado rápido a mi parecer, y después de unos minutos de descanso unos tomaron el camión de regreso y otros se regresaron en bici. Yo me fuí con el segundo grupo, pero en Santa Rosa ya había tronado porque la mayoría del grupo iba fresco, siendo que 3 de los 6 no habían rodado ese día y otros 2 llevaban mucha condición. Allí me subí a un verde (camión) que me llevó muy cerca de mi casa (poco mas de 1km) y unas cuadras antes de llegar comenzaron a caer unas gordas y amenazadoras gotas de agua. Apesuré el paso y finalmente llegué unos 5 minutos antes de que se soltara el aguacero, y no pude evitar sonreír pues en menos de un mes, era la tercera vez que me pasaba lo mismo. La primera fue regresando del ciber del que te escribí hace como 3 o 4 semanas, la segunda regresando de la escuela. Mis imaginaciones locas me surigieron que a "alguien" le caigo bien. En fin, esta vez sí que pude dormir, y no desperté hasta bien entrada la mañana del lunes.

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