Neko

viernes, septiembre 08, 2006

Desde temprano nos levantamos Tahi y yo, tal vez no tan temprano como deberíamos, pero simplemente sucedió así. No dio tiempo de pasar por la regadera, pero había cosas que acuciaban con mayor urgencia. Caminamos hasta la parada de las bombas y allí tomamos la ruta que nos llevaría a nuestros respectivos destinos. En el camino conversamos un poco y aunque los poco mas de 5 minutos que compartimos en el trayecto no fueron suficiente para dar lugar a una conversación profunda o seria, pero sí como para que me diera cuenta que compartimos aún mas de lo que yo mismo sabía o esperaría y tomé nota mental para mas adelante sacar el tema en una ocasión en la que las circunstancias sean adecuadas.

En la vía del tren me bajé y crucé el puente para tomar el camión que me llevaría a casa de Leunar en donde mi amada bicicleta se quedó hace casi 2 meses. Recordaba que era la ruta 19 y la ctm las que él tomaba cuando salíamos de la secundaria, pero luego de esperar un rato (como 10 minutos) me desesperé de que no pasaban y tomé una 7 que iba a jardín Juárez, que pasa a 1 cuadra de la desviación que debía tomar yo. Así en otros casi 10 minutos llegué a la colonia indicada y comencé la ascensión del cerro en que la construyeron. Vicente Guerrero #56 es la dirección y tardé poco mas de 10 minutos en llegar, falto de aliento y cansado luego de tal esfuerzo, pues tomando una ruta alternativa me di cuenta que en ocasiones los intentos de atajo son rodeos innecesarios.

Al tocar la puerta tuve que esperar porque justo como yo esperaba al no haber llamado por teléfono para anunciar mi visita, no era esperado. Me recibió la mamá de Leunar (cuyo nombre no recuerdo y deberé pedir para futuras referencias) y me invitó a pasar. Justo antes de entrar me dijo que habían subido mi bicicleta a la cancha de basket-gimnasio-taller-orquideario y procedí a bajarla por unos escalones peligrosamente lamosos.

Mis habilidades sociales no son tan bajas como para ignorar lo que se denomina cortesía, así que pasé a la cocina para conversar brevemente (o esa era mi idea) y me enteré de que está estudiando un doctorado en ciencias ambientales, que está muy cansada, llena de trabajo, contenta y acomodándose a una nueva rutina en la que sus hijos ya no forman parte de su cotidianidad.

En eso bajó Saúl (papá de Leunar y dueño del libro que leí hace 3 libros: Miles de millones de Carl Sagan) y la conversación se puso un poco mejor, pero tuve que declinar la invitación a desayunar con ellos debido a que tenía que salir pronto para llegar a casa y continuar con mi llena agenda.

La sudadera que me había llevado valió cada caloría de esfuerzo que me costó cargarla, particularmente en la empinada bajada que lleva a la calle de la que salía yo. Claro que al llegar al primer semáforo me la quité convenientemente. El regreso transcurrió sin mas incidentes que el descubrir cuánto me hacía falta el ejercicio y cuánto extrañaba esta máquina que me ha acompañado durante mas de 10 años y que en los últimos 4 me ha transportado mas de 2000 kilómetros sin contar los de ciudad.

Llegué a casa y descubrí que el décimo capítulo del anime que estoy bajando (zero no tsukaima) ya había terminado de descargarse, y durante un minuto me debatí en la conveniencia de salir sin bañarme por verlo o aguantarme las ganas y proceder a mis abluciones matinales. Ganó mi sentido de la higiene y el aseo y tomé una rápida ducha puesto que por falta de tiempo no podía ser mas que únicamente funcional.

Al reunir mis cosas para vestirme se me olvidaban las llaves y una que otra cosa y mi sentido del deber cívico y la puntualidad venció al del ahorro y me obligué a tomar taxi para no llegar tarde. Tomar el camión significaba llegar entre 5 y 10 minutos tarde y no quería sentirme irresponsable e impuntual, aunque cuando llegué al sitio acordado ellos no lo habían hecho y me di cuenta que por el tiempo que los esperé, buena opción hubiera resultado el camión.

Cuando los ví estacionados junto al California Jacarandas me sorprendí de no darme cuenta en qué momento llegaron, y al caminar hacia el coche recibí la llamada de mamá, que colgó en cuanto me vió por el retrovisor. Yo manejé rumbo a la Ciudad de México, el tráfico era ligero y disfruté las ventajas de un coche ligero y potente llevándolo a poco mas de 130 Km/h en la tremenda subida de esa carretera.

La parte mas emocionante fue obviamente el cantil, una zona de curvas (la única de curvas verdaderas) que está justo antes de la caseta de cobro, donde termina el campo y comienza la ciudad. Me llevaron por Tlalpan y en algún punto que no sabría llegar por mi mismo dejamos al buen Robin, luego tomamos una extraña desviación y en menos de lo que canta un gallo llegamos a casa de mi abue.

Allí nos abrió la señora que le hace el aseo desde muchos años, que conoció a mi mamá de niña y a mí de bebé. Naturalmente que no me reconoció y que yo no la recordé, pero el asunto carecía de la importancia como para pensarlo 2 veces y subimos al cuarto de mi abue a esperar a que llegara.

Mientras esperábamos las perritas no dejaron de chillar y mover la cola, encimársenos exigiendo atención y deshaciéndose de la emoción. En eso estábamos y llegó mi abue. Nos besó y abrazó y me pidió que le volviera a activar en su computadota la barra de formato en word.

Nos preguntó a dónde queríamos salir y la respuesta esperada era al centro. Había unas exposiciones de pintura y escultura, pero no llegamos a ir por el tráfico y el caos citadino. Primero fuimos a un restaurante chino, en la zona había como 10 diferentes establecimientos comerciales, algunos de ellos de comida. Allí encontré camisas al estilo que me regaló mi abue y sólo por vergüenza no pregunté el precio, también había un mesero que tenía una camisa mao padrísima color azul con 2 dragones blancos simétricos bordados a los lados.

Comimos en el que está frente al Shangai (en el que siempre come mi abue) y nos bastó como para aventar para arriba. En promedio creo que habremos consumido unas 3 teteras de té de jazmín y quedamos muy satisfechos y sonrientes.

Al salir supuestamente ibamos a la exposición, pero el camión iba tan lento que sólo nos retrasó y decidimos caminar para ir mas rápido. Justo pasábamos por la calle de las computadoras y les pedí si me dejaban preguntar por el sensor de Robin, no tardé mucho, pero entre mi retraso y el del transporte ya no pudimos llegar antes de las 5 a la exposición y simplemente nos limitamos a caminar entre la multitud y los carros.

De regreso hacia el carro, que mamá había manejado (no c x q no le gusta q maneje yo en el df) pasamos a la farmacia París, que en si misma es un mundo de productos interesantes y de cuantos centenares de personas atiborradas en unos cuantos centenares metros cuadrados, dejando en las cajas al pagar varios centenares de pesos por minuto.

Continuamos nuestro trayecto al carro y pensaba que yo me perdería al no prestar atención, debido a las intensas actividades del día anterior estaba muy cansado y en cuanto me subí al asiento comencé a hacer bizcos y dar cabezadas de sueño.

Desconozco la ruta que seguimos para regresar a casa de mi abue, tal era el sueño que nublaba mi consciencia, pero nos hicimos sólo 17 minutos (algo inédito en el Distrito Federal) y simplemente nos despedimos de ella. Mamá manejó y mi cuerpo me pedía a gritos descanso, pero en cuanto me disponía a dormir se me escapaba el sueño. Así, en eso recibimos la llamada de Robin y nos dijo que nos estaba esperando en el punto de reunión, que había sido cambiado por conveniencia.

Entramos a Coyoacán y seguimos la ruta que nos indicó y lo encontramos esperándonos de pie en la banqueta, paciente pero atentamente. Al bajarme para hacer lugar, me pasé al asiento trasero ya que yo no iba a manejar y no pude dormir ya. Mamá se llevó el carro un 23% mas lento que yo y la verdad me desesperé un mucho, pero resistí.

Al llegar a Cuernavaca tomó una ruta diferente que la que yo esperaba y me dejaron en el trébol para tomar mi camión. Me despedí y tomé mi transporte para llegar a dormir a casa, Aún no daban las 7 pero no quise ver aún los capítulos pendientes y descansé hasta el día siguiente de jalón.

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